domingo, 8 de febrero de 2009

El cansancio de ser español



(PD).- Incluso quienes sentimos la pasión de ser españoles y gozamos con los paisajes, las piedras y los sabores de este país hemos de reconocer que, si circunscribimos la observación a la política y sus protagonistas, lo mejor de España es el extranjero.

Escribe Manuel Martín Ferrand en ABC que ser español y tratar de ejercer como tal, con respecto a las instituciones, resulta agotador.

Baste pensar, como ejemplo, que el hecho elemental de que la bandera nacional, la roja y gualda, llegue a ondear en el Parlamento Vasco ha costado casi treinta años, desde 1980, y la acción de la justicia.

Si uno de los diecisiete parlamentos territoriales en que la Nación expresa su voluntad es así de reacio a mostrar la bandera de todos, cabe preguntar sin esperar respuesta: ¿España es posible?

Ayer, en uno de esos desayunos en que los líderes políticos dicen lo que callan en sus tribunas naturales, el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, manifestó su disgusto ante el hecho de que la bandera constitucional luzca en el Parlamento de Vitoria.

«Yo me siento solo vasco», enfatizó el sucesor, que no heredero, de Josu Jon Imaz. Demuestra la experiencia de la Historia que una incoherencia asumida suele resultar más demoledora que un tremendo error inadvertido.

En ello estamos. Si el presidente de uno de los partidos con voz en el Congreso de los Diputados y en el Senado dice no sentirse español; las Cámaras, ¿pueden decirse representativas de la ciudadanía española?

Aún si se considera que estamos a solo veinte días de distancia de las próximas elecciones autonómicas en el País Vasco, el desplante de Urkullu resulta descortés. Rechina con la tradición de su propio partido y convierte en señoritismo el señorío de que siempre quisieron hacer gala sus predecesores.

Si Urkullu, presidente del PNV, no se siente español, ¿por qué el Presupuesto General del Estado atiende la financiación de su partido?

Habla Urkullu de que la bandera en el Parlamento Vasco es la imposición de un emblema «por encima de los sentimientos y en base a la legalidad».

¿No debe de ser así? La legalidad no es algo menor en un Estado que pretende serlo de Derecho y los sentimientos, incluso los del PNV, se corresponden con un amplísimo catálogo de individualidades.

Es muy cansado, ya digo, ser español; pero así, y más en tiempos de crisis, terminará por ser imposible. Cuándo llegue ese día, ¿qué va a ser de Urkullu? Un Estado le vendría inmenso.

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