Vaya por delante que me cuesta tratarle de usted por ser un formulismo que reservo para las personas que respeto. Y me resulta imposible respetar a una persona que, como usted, vulnera sistemáticamente la libertad de expresión y disfraza su propia cruzada de lucha a favor de los derechos humanos. Permita que profundice en estas acusaciones para no dar la impresión de que le ataco por mero formulismo o disensión política.
Hablemos primero de su infinita tolerancia a la vulneración de la libertad de expresión. Como cualquiera que trabaje en medios de comunicación sabe, la izquierda abertzale radical amenaza a los periodistas. Lo hace de dos modos. A los escritores trata de amedrentarles por carta, a través de un documento donde se especifica, a modo de libro de estilo, las palabras y modismos que deben acatar para no ser considerados “enemigos del pueblo vasco” (como, por ejemplo, no decir terroristas sino gudaris o, sencillamente, ciudadanos vascos).
Las amenazas a los reporteros gráficos, cámaras y fotógrafos son, si cabe, más explícitas, ya que se realizan a cara descubierta y frecuentemente implican violencia física. Ocurre cada vez que los medios intentan cubrir un acto organizado por ustedes, especialmente cuando dicho acto acaba (como suele ocurrir) con revueltas callejeras. Son ustedes especialistas en romper cámaras y en responder al sonido del obturador con un “me he quedado con tu cara”.
Usted jamás ha solicitado a sus bases que cesen en este chantaje sistemático a los trabajadores de la comunicación, jamás ha mostrado su apoyo a los periodistas, y nunca ha querido tomar parte en los manifiestos regularmente emitidos donde se exige libertad de actuación y expresión para los profesionales de los medios de comunicación. Y el silencio, señor Otegi, es la madre de todas las tiranías.
Permita que le hable ahora de su falta de respeto por los derechos humanos. Usted y la formación política a la que representa se niegan a valorar éticamente ciertos asesinatos, como el de ayer contra un policía nacional, aunque sí denuncian otras vulneraciones de derechos. Concretamente, las que sufren ustedes. Sepa, señor Otegi, que eso no es, como usted proclama, una lucha por los derechos humanos, ya que dicha lucha presupone generosidad y altruismo. Lo que ustedes hacen se llama autodefensa, y es legítimo, pero nunca desinteresado.
Ustedes defienden la libertad de su prensa (Egin, Egunkaria, Gara), los derechos de sus presos y de sus votantes. Pero, como saben que la imagen que esa lucha transmite es tremendamente egocéntrica y ombliguista, deciden manipular el lenguaje, tal y como hacen todos los políticos, para fingir que se trata de la libertad de prensa de Euskal Herria y los derechos de los presos vascos y los votantes vascos. Es la suya la misma estrategia que la de la extrema derecha española, que nunca proclama su superioridad, sino la superioridad del pueblo español. Una metonimia filofascista (la de la extrema derecha y la suya, señor Otegi) que nadie se traga ya, ni en Euskadi ni en el resto de España.
Pero si no le respeto, señor Otegi, es sobre todo porque usted no me respeta a mí. Porque insulta a mi inteligencia y a mi sensibilidad. Porque, con el uso de esa metonimia, con cada declaración demagógica donde equipara el asesinato de un trabajador con la política penitenciaria a la que es sometido un asesino, y con cada desprecio a la libre circulación de información y opinión, le hace usted mucho daño a la izquierda, al socialismo, a la solidaridad internacional, a los movimientos proamnistía y a la libertad de expresión.
Usted y sus cien mil y pico seguidores son enemigos de los movimientos internacionales de izquierdas. Porque, en un mundo capitalista y globalizado, sus métodos no difieren en nada de los de la extrema derecha. Y, como ya sabrá a estas alturas, señor Otegi, el medio es el mensaje.