Un mendigo roba una barra de pan, forcejea y sólo consigue llevarse media; lo atrapan y le caen 18 meses de cárcel.
Unos adolescentes roban una pizza a un repartidor, forcejean los atrapan, los encierran –siguen en Soto del Real- y les pueden caer cinco años.
En ambos casos, un magistrado nos explica que no importa el hecho del objeto concreto que se roba sino la violencia…
Un juez de Murcia, lleva su tribunal siguiéndose por sus creencias homófonas, misóginas y demás lindezas y le quita la custodia de una niña a su madre por ser esta lesbiana. El ínclito personaje es expedientado y mueve Roma con Santiago, recurso tras recurso porque se cree una víctima.
Otro juez, el Sr. Tirado, provoca por su negligencia que un pederasta, violador y criminal ande libre por ahí eludiendo las sentencias de reclusión que hay contra él presunto criminal, y mate a Mª Luz. Al Sr. Tirado le cae una multa de mil doscientos euros –no recuerdo bien el importe-. Con la secretaria del juzgado se ceban…
Y en estos dos casos no sale ningún magistrado a explicarnos lo de la violencia, pero el caso es que no hay dos justicias como se cree, sino muchas más, todas igual de injustas y lesivas de derechos humanos.
Forcejear para escapar con lo robado agrava la pena por la “violencia” del presunto delincuente.
Machacar los derechos de las personas, socavar su dignidad, aplicar las leyes según las creencias de quien las aplica, cometer negligencias que entrañan crímenes, y otras cosas tales, por lo visto, carece de violencia.
Hoy he conocido que los menores inmigrantes en régimen cerrado en centros de nuestro país sufren abusos de todo tipo por parte de sus “cuidadores” de lo más vejatorios, de los más, rayanos en la tortura, inhumanos y que constituyen claros delitos de lesa humanidad.
Tampoco ha salido ningún magistrado a explicarnos este tipo de delito y lo de la violencia…
Y a todo esto, ¿qué es la violencia? Transcribo una definición de Rebeca Zúñiga: “cualquier acto de comisión u omisión y cualquier condición que resulte de dichos actos, que prive a los sujetos de igualdad de derechos y libertades e interfiera con su máximo desarrollo y libertad de elegir"
Vale, como definición es corta, pero lo engloba todo: la violencia física y psíquica domestica de varones y hembras e incluso de hijos, amigos, familiares, mirones, vecinos y demás.
La violencia de los “pacíficos” que también la hay.
La violencia de Estado, la violencia de las leyes que son legales, sí pero no legítimas.
La violencia de quienes las aplican llevando las anteojeras que se le ponían a los caballos y que no son otras que sus creencias, sus ambiciones, sus abusos de poder y demás.
La violencia de los cuerdos del sistema que pretenden crear mundos de Huxley a golpe de leyes que borren de las ciudades, de los espacios de vida y de todo mapa a cuantos –locos o no- manchen sus paisajes limpios, dejando sólo a los borregos culos con orejas.
La violencia de los “buenos” que no hacen nada por frenar los daños e indiferentes, unas veces con aquello de “algo habrán hecho” o “no lo sabíamos” viven ciegos a genocidios, a expolios, a injusticias, a desaparecidos, en fin, a todo y a todos.
La violencia de los insolidarios. La violencia de los que han renunciado a su propia humanidad y a la del resto.
La violencia de los politicastros demagogos, codiciosos, adoradores de sus codicias y DE SUS ombligos.
La violencia de los científicos positivistas que han convertido la ironía de Hegel en dogma a seguir y a aplicar.
La violencia de los jerarcas fundamentalistas religiosos empeñados en tutelarnos y mover los hilos de nuestras vidas a su antojo.
La violencia de la ignorancia y de los necios. La violencia de los estultos.
La violencia de los bondadosos poseedores de todas las soluciones que olvidan aquello de que “cree el pájaro que es bueno para el pez darle una vueltecita por el aire” (refrán árabe).
La violencia del sensacionalismo de los mass media. La violencia de los divertimentos cinematográficos y televisivos y de todas las basuras que se empeñan en hacernos tragar por los ojos, por las orejas, por la boca y por cuanto orificio tenemos, y la violencia de los que como corderos desvalidos nos lo tragamos todo sin más.
La violencia de los que permiten la existencia de un mundo de sin voz. La violencia de los sin voz. La violencia de la naturaleza y sus leyes. Las violencias extenuantes con sus “ayudas” al tercer mundo que son falaces y sólo ayudan a mantener las riquezas de su primer mundo. La violencia de toda injusticia, de toda cosificación, de la juventud, de la vejez, del abandono… Y sin duda me dejo muchas más.
Y eso es todo por hoy que se me está hinchando la vena con el tema y corro el riesgo de mostrar mi violencia que también la tengo. Pero otro día trataré este tema, el de la violencia con mayor rigurosidad, profundidad, y todo eso sin olvidarme del humor que para mí es imposible.
Carmen Moreno Martín
Alias Hannah
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