A Zapatero empiezan a abandonarle algunos incondicionales, gente que hasta hace poco era tan fanática que cerraba los ojos a la verdad, fustigaba con parcialidad a la oposición y sólo tenía ojos para admirar al Presidente. Algunos editoriales de El País empiezan a ser críticos y el pretoriano incondicional Gabilondo abrió el lunes su informativo en la "Cuatro" con las siguientes palabras: "El paro no corre, vuela. Y, junto al drama, se ha instalado un fatalismo paralizante". Después, sorprendiendo a la audiencia e inquietando a los miles de fans de Zapatero que siguen su telediario, pidió a su amigo el presidente la cabeza de Solbes y de Sebastián al decir: "cree que todo se resume en resistir, apretar los dientes y el cinturón, pero Zapatero sostiene a un Pedro Solbes exhausto y a un Miguel Sebastián errático".
Pero la prueba más sólida de que algunas ratas, ante el furor de una crisis que amenaza con llevar por delante al mismo gobierno, empiezan a abandonar el barco es el nivel crítico que se observa en algunos antiguos zapateristas, que le critican ya en ámbitos privados, como queriendo marcar distancias con el líder.
Recientemente, un destacado estudioso y observador madrileño que sigue la actualidad de manera profesional y que, según afirma, ha sido testigo directo de algunos de esos inexplicables "cambios de rumbo", se preguntaba en una tertulia improvisada de la que yo formaba parte: ¿Es el síndrome de las ratas, que son siempre las primeras en abandonar el barco cuando se hunde, o esas críticas son una nueva maniobra de confusión planificada en los laboratorios del poder?
Abandonar a Zapatero ahora o criticarlo tiene poco mérito Tenían que haberlo hecho mucho antes, cuando había remedio. De haberlo hecho entonces nos habrían ahorrado a los españoles sufrimientos y la fuerte ración de decadencia que hemos tenido que tragar, pero mas vale tarde que nunca.
Algunos empezamos a sospechar del personaje Zapatero en el año 2005 cuando comenzó a envolvernos con su labia embaucadora y descubrimos que sabía mentir como un profesional. Desde entonces, la sospecha se ha ido convirtiendo, día a día, en una convicción cada vez más sólida, apoyada por actuaciones tan deprimentes como cuando prometió que no negociaría con ETA y siguió haciéndolo o cuando negaba una y otra vez la evidencia de la crisis sin otro fin que el de ganar las elecciones de 2008.
Es probable que a partir de ahora, los pretorianos y los sometidos empiecen a abandonarlo y, curiosamente, lo harán al mismo ritmo que crezca el número de parados y la pobreza en España. Dentro de un año, cuando estemos en torno a los cinco millones de parados y tan endeudados que en Europa ya se planteen la posibilidad de echarnos de la Eurozona, quizás le queden muy pocos amigos. Hasta el mismo Roures puede que salte por la borda, si no recibe antes el dinero que necesita con urgencia para salvar su flamante imperio televisivo construido con la ayuda de ZP.
El problema es que ya es tarde y que de nada le servirá a la sufrida España que las ratas abandonen el barco porque la nave, probablemente, sufra daños terribles. La única medida saludable que podría salvarnos sería que el torpe timonel se convenciera de que también él debe saltar por la borda. Entonces, los ciudadanos tendríamos que taponar las vías de agua y acudir a las urnas con urgencia para encontrar a un capitán fiable y preparado para asumir la casi heroica empresa del reflotamiento y regeneración de esta España sometida, postrada y arruinada que la partitocracia política nos dejará como herencia.
Pero la prueba más sólida de que algunas ratas, ante el furor de una crisis que amenaza con llevar por delante al mismo gobierno, empiezan a abandonar el barco es el nivel crítico que se observa en algunos antiguos zapateristas, que le critican ya en ámbitos privados, como queriendo marcar distancias con el líder.
Recientemente, un destacado estudioso y observador madrileño que sigue la actualidad de manera profesional y que, según afirma, ha sido testigo directo de algunos de esos inexplicables "cambios de rumbo", se preguntaba en una tertulia improvisada de la que yo formaba parte: ¿Es el síndrome de las ratas, que son siempre las primeras en abandonar el barco cuando se hunde, o esas críticas son una nueva maniobra de confusión planificada en los laboratorios del poder?
Abandonar a Zapatero ahora o criticarlo tiene poco mérito Tenían que haberlo hecho mucho antes, cuando había remedio. De haberlo hecho entonces nos habrían ahorrado a los españoles sufrimientos y la fuerte ración de decadencia que hemos tenido que tragar, pero mas vale tarde que nunca.
Algunos empezamos a sospechar del personaje Zapatero en el año 2005 cuando comenzó a envolvernos con su labia embaucadora y descubrimos que sabía mentir como un profesional. Desde entonces, la sospecha se ha ido convirtiendo, día a día, en una convicción cada vez más sólida, apoyada por actuaciones tan deprimentes como cuando prometió que no negociaría con ETA y siguió haciéndolo o cuando negaba una y otra vez la evidencia de la crisis sin otro fin que el de ganar las elecciones de 2008.
Es probable que a partir de ahora, los pretorianos y los sometidos empiecen a abandonarlo y, curiosamente, lo harán al mismo ritmo que crezca el número de parados y la pobreza en España. Dentro de un año, cuando estemos en torno a los cinco millones de parados y tan endeudados que en Europa ya se planteen la posibilidad de echarnos de la Eurozona, quizás le queden muy pocos amigos. Hasta el mismo Roures puede que salte por la borda, si no recibe antes el dinero que necesita con urgencia para salvar su flamante imperio televisivo construido con la ayuda de ZP.
El problema es que ya es tarde y que de nada le servirá a la sufrida España que las ratas abandonen el barco porque la nave, probablemente, sufra daños terribles. La única medida saludable que podría salvarnos sería que el torpe timonel se convenciera de que también él debe saltar por la borda. Entonces, los ciudadanos tendríamos que taponar las vías de agua y acudir a las urnas con urgencia para encontrar a un capitán fiable y preparado para asumir la casi heroica empresa del reflotamiento y regeneración de esta España sometida, postrada y arruinada que la partitocracia política nos dejará como herencia.
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