La última ley preconstitucional, que fue aprobada el 28 de diciembre de 1978, un día antes de la entrada en vigor de la Carta Magna, sufrió ayer un profundo cambio con la aprobación por parte del Ejecutivo. El nuevo texto son 129 artículos, repartidos en un preámbulo y cinco títulos, que a partir de ahora será materia obligatoria de estudio en las academias militares (lea aquí el documento).
Sin embargo, y a pesar de la importancia de esa normativa, las nuevas Reales Ordenanzasnacen con polémica. En primer lugar, porque la ministra de Defensa, Carme Chacón, ha prescindido de la tramitación parlamentaria, lo que hubiera obligado a remitir el texto a las Cortes mediante una ley orgánica.
La vía elegida, la del real decreto aprobado por el Consejo de Ministros, abre la puerta a la impugnación ante los tribunales. ¿Por qué? La Constitución obliga a que cualquier regulación de derechos fundamentales sea aprobada mediante ley orgánica. Es verdad que las anteriores Reales Ordenanzas, impulsadas por el general Gutiérrez Mellado, salieron adelante por real decreto, pero ahora con la Carta Magna en vigor, la solución más garantista hubiera sido llevar las Reales Ordenanzas al Congreso para su aprobación definitiva. Se corre el riesgo de que los tribunales declaren la inconstitucionalidad dentro de unos años.
La segunda polémica es que la ministra no ha buscado el consenso del PP, en un asunto de gran sensibilidad para las Fuerzas Armadas. El asunto no habría ocasionado demasiados roces entre el PSOE y el PP, por lo que no se entiende que la ministra haya desdeñado las sucesivas peticiones de colaboración que le hizo la portavoz del PP en asuntos de Defensa, Beatriz Rodríguez Salmones, en varias comparecencias parlamentarias.
Por último, Chacón organizó ayer el acto de presentación en el Cuartel General del Ejército con mucho boato pero sin permitir las preguntas de los informadores, algo que se ha convertido ya en norma. Además, para evitar cualquier situación no prevista, a los periodistas les colocaron en una sala adyacente al salón principal donde la ministra dio el discurso rodeada de militares ataviados con trajes del siglo XVII y XVIII, una escena montada para salir bien en los telediarios.
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