UPyD se ha definido públicamente por boca de Rosa Díez, su portavoz, como una formación «progresista, liberal, laica. de españoles sin complejos».
El liberalismo, en sus tres vertientes —política, social y económica—, aboga básicamente por la libertad del ciudadano frente al Estado como Leviatán o, si se prefiere, como superestructura y superpoder. En definitiva, el liberalismo entiende que el Estado debe estar al servicio del ciudadano, antes que el ciudadano al servicio del Estado. El ciudadano es el sujeto; el Estado, la estructura organizativa y, por lo tanto, el medio puesto al servicio del ciudadano.
En el curso de su historia el liberalismo incorporó a su núcleo doctrinal el concepto y la práctica de la laicidad. El Estado, como escenario de las relaciones sociales de los individuos, debe estar libre de toda definición confesional. El Estado no es ni religioso ni antirreligioso, ni católico ni anticatólico; ni lo uno ni lo otro, simplemente no es nada. La religión es asunto privado y como tal debe considerarse y respetarse.
Así, pues, el liberalismo se define como laico por la sencilla razón de que, a su modo de ver, no hay caso. El ser humano se organiza para vivir y convivir en las mejores condiciones posibles y, a partir de ese pnto, fomentar todas las mejoras que signifiquen progreso y todas las formas de progreso que signifiquen mejoras para él.
Desde esa perspectiva, unión y democracia son prácticamente la misma cosa y, en cualquier caso, juntas llevan al progreso.
De ahí surge la pregunta: ¿dónde debe buscar sus votos UPyD? O, en otras palabras: ¿quiénes son sus posibles votantes?
En opinión de Pájaro bobo, la respuesta a esa pregunta doble podría y debería constituir el punto de partida para establecer una relación coherente entre doctrina y cuerpo social. De momento, se limita a lanzar la idea, aunque, ya ahora, opine que el votante medio de UPyD es un español medio de clase media contrario a la bipolarización y el juego de contrarios, y partidario decidido de una convivencia en armonía como base de la democracia y el progreso de España como nación y de los españoles como pueblo.
¿Utopía? Tal vez, pero en cualquier caso, una utopía razonable.
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