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No entienden nada. Es cierto que todo va demasiado rápido, que los cambios profundos se tomán décadas, hasta centurias, como un paisaje cuyo cambio no es perceptible a un ojo, sino a la estirpe. Pero el cambio ya está aquí, y resistirse no es sólo enfrentarse con murallas de paja a un huracán, sino ofrecerse al viento para ser zarandeado. A Google no le dejan crear la biblioteca universal. En realidad, su proyecto era tan tímido que de aquellas obras cuyos derechos de autor estaban vigentes se limitaban a ofrecer extractos del libro. Pero ni eso: ha de pagar cantidades ingentes de dinero en concepto de indemnización a todas las editoriales profanadas. Es la misma patraña que la de un gobierno que se vanagloria de ser adalid de la cultura y se alía con los intereses privados para coartarla. Habría que demostrarles cuánto se equivocan de una manera brutal, definitiva. Propongo una utopía: borrarles de todos aquellos espacios de los que abominan; que Google retire todos sus libros, que nadie descargue ninguno de sus títulos, que todas las canciones, las películas, los libros sean retirados de cada servidor, cada programa, cada ordenador; que les embargue el silencio más atroz y vendan entonces sus productos en medio de su ruido.
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