A tenor de los ataques, descalificaciones y campañas de desprestigio que con una clara y evidente intención de hacerle daño están llevando a cabo algunos medios de comunicación y ciertos periodistas serviles a la calle Génova, la respuesta al interrogante planteado en el titular es evidente: en el PP de Rajoy están de los nervios ante el ascenso que todas las encuestas otorgan a UPyD, el partido liderado por Rosa Diez. Como la propia interesada se ha encargado de subrayar acertadamente, esa misma preocupación anida en el PSOE, lo que sucede, es que lo disimulan mejor.
Desde esos medios de la derecha se intenta descalificar a Rosa Diez diciendo que está a favor del aborto, de la eutanasia, de los matrimonios homosexuales y de educación para la ciudadanía. Esos medios, sus dueños, los periodistas que se prestan a ese juego, ¿están en condiciones de asegurar que los actuales dirigentes del PP piensan en esas cuestiones lo contrario de lo que atribuyen a la líder de UPyD? ¿Sabrían explicar por qué el PP cuando estuvo ocho años en el Gobierno no se atrevió a modificar la ley del aborto en la dirección de limitar su práctica? ¿Alguien conoce lo que piensa Rajoy sobre estas cuestiones? ¿Y la “posante” Soraya Sáenz de Santamaría?
Otros ataques dirigidos a Rosa Diez son tan “consistentes” como recordar que formó parte de los gobiernos de coalición del entonces su partido, el PSE, con el PNV y que en su despacho oficial de Consejera de Comercio y Turismo del Gobierno Vasco sólo estaba la ikurriña; o que en un viaje a Cuba en su condición de este cargo aparece en una foto con el dictador Fidel Castro. Si eso es todo lo que le pueden achacar a Rosa Díez, poca cosa parece.
Pero los ciudadanos no son tan tontos como algunos “listillos” piensan, y lo que destaca en Rosa Diez es ser una política coherente, que tuvo la valentía y el coraje de enfrentarse en la anterior legislatura a la dirección del entonces su partido, el PSOE, por el proceso de negociación política con ETA que llevó a cabo Zapatero; que posteriormente dio el paso de abandonar, después de treinta años de militancia, las filas socialistas, y de poner en marcha un partido, UPyD, que en las últimas elecciones generales, con muy pocos meses de vida y contra todo pronóstico, consiguió meter la cabeza en el Congreso de los Diputados, a través del escaño conseguido precisamente por Rosa Diez.
Y desde entonces, la política vasca ha mantenido un discurso absolutamente claro y contundente respecto a cuestiones como la cohesión nacional, la igualdad de todos los españoles independientemente de la Comunidad Autónoma en la que vivan; el derecho a pode hablar y estudiar el castellano en cualquier punto del territorio nacional. Cuestiones que deberían ser defendidas con el mismo ahínco y empeño por el PP, pero que debido a los complejos y a las estrategias corto-pactistas que dominan a este partido, han dejado el campo libre a Rosa Díez para erigirse en el referente en el que muchos ciudadanos se ven representados.
Lo más inteligente que podría hacer la dirigente de UPyD es conseguir que su partido se abriera ideológicamente a muchos sectores sociales, a muchos ciudadanos, para lo cual tendría que rebajar el perfil excesivamente laicista que a veces transmite. Una cosa es ser un partido laico y otra adoptar una postura radical y cerrada en cuestiones que afectan a las creencias, a los valores morales y éticos de las personas.
Si Rosa Díez y su partido consiguen poner el acento en las cuestiones que puedan unir y aglutinar a todo ese conjunto de ciudadanos que están hartos de los partidos tradicionales; a esos votantes del PP que se sienten huérfanos debido al nuevo rumbo tomado por Rajoy tras perder las últimas elecciones generales; a esos sectores de la izquierda desencantados con Izquierda Unida o con el PSOE de Zapatero, entonces su resultado en las elecciones europeas puede ser espectacular. Todos tienen razones para temer a Rosa Diez. Lo que sucede es que algunos lo disimulan mejor que otros. Y como siempre sucede, la derecha es mucho más torpe en sus reacciones, quizás porque tenga mucho más que perder.
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