lunes, 2 de febrero de 2009

Crisis: la gran mentira

La gran mentira del crédito

@S. McCoy - 02/02/2009




Todos estamos más o menos de acuerdo en que lo que determina la
violencia y profundidad de la crisis actual es la existencia de una
enorme masa de crédito respaldada por activos sobrevalorados. ¿Hasta
qué punto? Bueno, lo explicaba fenomenal, como casi siempre, Martin
Wolf en su columna en Financial Times del pasado miércoles: a cierre
del tercer trimestre de 2008, la deuda norteamericana, país sobre el
que centraba su análisis al ser el epicentro del terremoto que nos
sacude, suponía un 358% de su PIB, por encima del 300% que condujo a
Estados Unidos a la Gran Depresión. Por traducirlo al román paladino,
por cada unidad de riqueza de la nación, el Estado y el sector privado
deben 3,5 (no ha habido sustanciales variaciones en estos cuatro
meses). No está mal. Pero no se vayan todavía, que aún hay más. Wolf
recordaba en esa misma pieza que, frente a lo que había ocurrido en
los años 30, o incluso en el Japón en los 90, los titulares de dichos
créditos no son principalmente miembros del tejido empresarial no
financiero, sino los propios bancos, por una parte, y los
particulares, por otra. Hagamos aquí un primer punto y aparte.

Ahora, un poquito de matemáticas para principiantes. Dado que tal
porcentaje se obtiene de un cociente o división, su minoración sólo se
puede producir bien mediante un aumento drástico del denominador, esto
es: del PIB, bien a través de una reducción igual de radical del
numerador, es decir: de la deuda del sistema. O bien mediante la
acción conjunta de ambos a la vez, claro está. Debido a que lo que se
espera en 2009 no es un aumento del Producto Interior Bruto de las
economías desarrolladas, sino más bien todo lo contrario, podremos
concluir salvo error u omisión por mi parte, que todo puede ser, que
reparar el desaguisado actual pasa por llevar a cabo un recorte
sustancial de la financiación ajena, tanto pública como privada. Sobre
la primera, ya saben cuál es la visión comúnmente aceptada por los
políticos para resolver esta crisis: keynesianismo a tope con dinero
prestado. Más madera, es la guerra. Eso hace que, si se quiere actuar
sobre la raíz de la situación actual, haya que emplearse aún más a
fondo sobre el apalancamiento privado, deuda que se encuentra, sobre
todo y tal y como hemos señalado ya, en el debe de entidades
financieras y consumidores. Segundo punto y aparte.

Ahora que a las autoridades correspondientes se les llena la boca con
el vocablo crédito, reclamando su uso a diestro y siniestro, es
oportuno, a raíz de lo anteriormente enunciado, señalar lo siguiente:
uno, que carecen de legitimidad para hacerlo, toda vez que no se trata
ésta de una burbuja que apareciera de la noche a la mañana sino que ha
sido el resultado de un proceso plurianual que ha contado con su
complacencia; dos, su omisión cobra aún más relevancia por el hecho de
que el bancario es un negocio regulado y supervisado, a través de un
marco que, actuaciones delictivas aparte, ha permitido a las entidades
financieras maximizar su retorno dentro de él; tres, que no es momento
de perpetuar lo erróneo sino de ajustar el tamaño del crédito a las
necesidades reales de la economía: menor importe global y de mejor
calidad. Cualquier mensaje en sentido contrario no es sino una gran
mentira que sólo se la cree quien la pronuncia; cuatro, el papel de
los bancos es fundamental en su doble condición de acreedores y
deudores del sistema y ser titulares de prácticamente la totalidad de
la financiación de los particulares; cinco, hasta ahora se ha
salvaguardado, mediante avales y tipos bonificados, medidas de
carácter provisional, el pasivo bancario en la creencia de que el
ajuste a la baja iba a venir por el lado del activo.

Seis, el cierre de determinados mercados y el deterioro de las
garantías y de la capacidad de repago han provocado la inconsistencia
de tal suposición y han afectado a la solvencia de las entidades;
siete, si antes no había liquidez pero sí solvencia, ahora ocurre lo
contrario: el miedo de las entidades tiene nombre de nuevos
requerimientos de capital; ocho, este entorno provoca que se maximicen
las cautelas, al no poderse evaluar con exactitud la verdadera calidad
de la cartera crediticia en vigor; nueve, como prueba la constante
sustitución de activos reales por otros que no lo son,
fundamentalmente inmuebles; diez, esto hace que la nueva financiación
concedida dispare su precio para compensar, retrayendo el crédito;
once, tal y como están las cosas, desempleo y colapso inmobiliario,
las condiciones de financiación a terceros se modifican drásticamente,
lógico, en cuanto a las posibilidades económicas del solicitante y al
porcentaje de financiación sobre la prenda, lo que condiciona la
demanda; doce, es verdad que la oferta se ha endurecido y que las
peticiones se han retraído, dos caras de una misma moneda y proceso
necesario de vuelta a la racionalidad; trece, no es cierto, por el
contrario, que haya caído la solicitud de dinero para circulante ni
está justificada la negativa de los bancos a concederla a compañías
solventes a precios razonables.

Catorce, el gobierno debe fomentar la actividad crediticia en el marco
establecido en el punto tercero; quince, no puede exigir crédito
indiscriminado e irracional por el hecho de prestar su ayuda a la
banca, sería perpetuar el problema; dieciséis, sin embargo debe ser
avalista parcial, para mantener el incentivo de la banca comercial, de
aquellos proyectos solventes que ésta le presente lo que
simultáneamente permitiría bajar el tipo de aplicación a los clientes;
diecisiete, igualmente habría de bonificar, del modo que se
determinara, aquella financiación privada destinada a la mejora del
capital humano y productivo español, educación e innovación,
principalmente; dieciocho, la administración, dando ejemplo y
poniéndose al corriente de todos sus pagos como medida preliminar,
facilitaría la gestión del circulante mediante un mecanismo de
sustitución de riesgo privado por público a través del uso de
instrumentos financieros de corto plazo; diecinueve, la autoridad
correspondiente tiene que supervisar de modo estricto cuál es el uso
alternativo frente al crédito que están dando los bancos a su
liquidez, a qujé precio y con qué riesgos, con objeto de identificar
cambalaches peligrosos a futuro; veinte y último: modelos que han
funcionado en el pasado, tienen más posibilidades de éxito en las
circunstancias presentes, vuelta la burra al trigo. Buena semana a
todos.

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